A quien juzgue mi camino le presto mis zapatos…
Puede ser una de las muchas frases que se me vienen a la cabeza para definir lo que sucedió ayer en Las Ventas. Y no me refiero a cómo se desarrolló el festejo, del que sinceramente poco hay que comentar y en el que poco se pudo hacer ante dos ejemplares mansos y descastados que para nada sirvieron.
Y sí, el segundo del lote de David Mora escuchó los tres avisos y se le fue vivo. ¿Y qué pasa? Ni es el primero ni será el último al que le suceda algo así. En el toreo estas cosas pasan y además, hasta esto lo hace maravilloso. Porque aquí hay que estar preparado para días de gloria y días de fracaso, y esos mismos son los que nos tienen que hacer más fuerte y motivarnos aún más para luchar y seguir siempre adelante. Y de esto sabe muy bien el maestro, que a estas alturas tampoco tiene que justificar el gran torero que es y el ejemplo de vida que es para muchos.